Bizarro Mayoral, el diablo y los políticos


La misma semana en que los comunarios del salar extorsionaban a los empresarios que se atrevieron a invertir en sus cercanías, se discutía a voz en cuello y con micrófono en mano, la nueva ley mordaza que pretendía aplicar el gobierno.

Aquella no era la primera vez y seguramente tampoco sería la última, porque el poder nunca había sido amigo de la libertad de expresión ni supo nunca sostener un margen de respeto a la actividad periodística.

Cuando Bizarro Mayoral se enteró que otra vez los trabajadores de la prensa protestaban contra los abusos del régimen, no se sorprendió.

ー Otra vez la misma vaina ーrefunfuñó.

No mentía, ya antes él mismo vivió en carne propia los reclamos de la prensa contra toda norma que apunte a silenciarlos. "Acallar a la prensa no es fácil", dijo para sus adentros. 

Bizarro Mayoral era un político curtido en el fragor de la imposición y en la dinámica de la pelea, para él lo ideal era censurar a todo aquel que piense lo contrario u opine distinto, independientemente de que sea periodista o no.

A su modo de ver, hacía bien el Ministerio de Comunicación en engullir, mes a mes, miles de dólares para poder jugar con la mente del pueblo, y también era correcto presionar a los medios de comunicación con la asignación de la propaganda del Estado para que callen y hagan de oídos sordos ante los abusos del poder.

Al mediodía de aquel caluroso miércoles de abril, justo un instante antes de salir de su oficina de alfombra y balcón, sintió que una oscuridad espesa y tenebrosa lo inundaba todo. Al principio Bizarro Mayoral no entendió, pero luego de un par de pestañeos se ubicó: le estaba visitando un viejo conocido, el diablo.

En la puerta de su despacho, ahí donde sus afines solían pararse para pedirle pegas, estaba erguida una figura que era más silueta que presencia real, que, tras unos momentos de expectación, emergió de la niebla borrosa y dio paso a una imagen clara y concreta. Contrario a la creencia popular, el demonio no tenía ni cuernos deformes ni ojos saltones, tampoco un tono rojizo ni una cola puntiaguda; era, más bien, un viejo bien plantado, de barba cana y pelo largo, poseedor de músculo fuerte y estatura noble, con aires de experto y mirada segura, que vestido con elegancia y ostentando un porte distinguido, dijo: "me prometiste que nunca más ibas a tratar de callar la verdad".

Tenía razón, porque hace ya muchos años él mismo le había exigido que, a cambio de garantizar los fraudes por 14 años, él nunca más iba a tratar de destruir la moral.

Bizarro Mayoral le sostuvo la mirada.

ーNo me vengas con eso, que bien sabes que soy un político y me especializo en mentir. 

ー Es que no se puede confiar en tipos como tú ーsentenció el demonio justo un segundo antes de cobrar la deuda histórica de todos los políticos y llevarse a Bizarro Mayoral a los infiernos.


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(Créditos imagen: https://es.123rf.com/)

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