Efraín Cebada y el accidente


La mañana del martes 20 de junio, Efraín Cebada se dio cuenta que la gente no confiaba en la policía local. No fue una noticia novedosa, más bien resultó una ratificación triste. 

Cuando asistió al lugar de los hechos y evidenció que las partes en disputa querían de todo menos acudir a la autoridad llamada por ley, comprendió que los motivos bastaban y sobraban. No era que rehuían el severo control del estado, tampoco que desconocían la norma vigente o el sentido inhóspito de la justicia, era más bien que la policía era sinónimo de complejidad y corrupción.

El ente responsable del orden interno tendría que investigar la verdad jurídica de los hechos y determinar la responsabilidad de las partes, para ello secuestrarían los coches y habría que pagar el depósito de morondanga que demandaba la corrupción.

ー  Nadie confía en la policía ー afirmó Efraín Cebada, mientras veía el coche maltrecho por el accidente.

Por fortuna, o quizás por los artilugios que suele armar el destino, nadie estaba herido y todos estaban en una conversación sin exasperaciones en la que el punto de concordia fue identificar que ambos actores, tenían asegurados sus coches.

Cuando llegaron los funcionarios de las compañías de seguros y se saludaron amablemente, afirmando que lo mejor era activar un convenio de resguardo que existía entre las empresas, antes que molestar a las autoridades locales, un aire de  tranquilidad se posó en el ambiente. Era un accidente, sí, pero acudir a quienes se supone debían solucionar todo, era la peor opción.

Efraín Cebada, familiar de uno de los involucrados en el incidente, se fue con las manos en los bolsillos, respirando el frío aire invernal y pateando las pequeñas piedrecillas que se cruzaban en su camino.

Los hombres sabios solían decir que los aires de nostalgia inspiraban en las personas justas un profundo sentido filosófico, y así pasó también con Efraín Cebada, que en ese andar solitario empezó una profunda y triste reflexión.

Bolivia es, pensó él, un bello país bendecido por una rica cultura y una exuberante vegetación, pero maldito por aquellos que la gobiernan; porque es culpa de ellos, parasitaria clase política, que la corrupción campea de cabo a rabo. Muestra de ello, siguió pensando, es que la gente prefiere arreglar sus asuntos sin que meta sus manos el Estado, sin que les devore la paciencia la corrupción, ni les arrebate la paz la excesiva burocracia. 

Fue ahí, a dos cuadras del incidente, que se le ocurrió la solución a todos los problemas del país, era una idea tan simple y tan hermosa, tan inteligente y tan innovadora, que fue una lastima que nadie la pudiese conocer, porque precisamente en ese momento, una conductora irresponsable que giraba a gran velocidad, le atropelló. 




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Créditos imagen: https://www.eltiempo.com/

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