Segundina Palma, la niña pobre y la muñeca


El día que Segundina Palma hizo clic donde no debía y vio la foto de una niña pobre dentro de una caja gigantesca de muñecas, se espantó; su reacción era distinta a las múltiples muestras de apoyo, a las varias manifestaciones de solidaridad y a los infinitos likes de ternura. Quizás se debía a que justo esa semana, en un informe dado por Aldeas Infantiles SOS, se reflejaba que en Bolivia cada 15 minutos se presentaba un hecho de violencia contra un menor, cada día se presentaban 110 casos de maltrato infantil, cada jornada 19 niñas y adolescentes se embarazaban, más de 600 niñas, niños y adolescentes estaban en situación de orfandad por feminicidios entre el 2016 y el 2022, 5.678 niñas y niños crecían en centros de acogida, 39.535 casos de violencia familiar habían sido registrados y 900.000 pequeños estaban en riesgo de perder el cuidado de su hogar.

Aquellos números hicieron crujir su corazón y consternaron su alma. Esa melancolía, similar a la consternación y próxima al sufrimiento, llevó a Segundina Palma a una desazón más frustración que remordimiento que la puso de sopetón frente al estiércol de la realidad. La mujer sufría sintiendo que nadie veía el fondo del asunto y por el contrario parecían disfrutar, degustar y contentarse siendo testigos del tema de moda, sazonándolo con colores rosa, tacos de punta aguja y vestidos para piernas altas. Pasaba que, encandilados por la inocencia de una niña que se veía tierna en la campaña de marketing de la película de moda, olvidaban que ella no debería de trabajar. 

Como siempre, en aquella ocasión la respuesta de la sociedad había sido la usual: la lluvia de likes, la ropa de diseñador para que la desdichada asista al cine con las pipocas de color y la gaseosa impregnada de gas, la entrada gratuita y el abrazo de solidaridad de un mundo que no termina de entender que la solución no pasa por las vainas de forma, sino por los cambios de fondo.

Segundina Palma era profesora por vocación y formación, desde niña supo lo que quería ser en el mundo y nunca tuvo la oportunidad de adquirir, por sí o para sí, una muñeca cara. Era lógico, si ni para comer había, peor para una muñeca rubia y flaca con aires de princesa. Por eso, quizás, la profesora rural sabía que en la foto de la niña pobre se mostraba una dura realidad y no un momento tierno. 

ー Tenemos que hacer algo ーse dijo a sí misma.



Imagen tomada de: https://www.graceeid.top/ 


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