Vicenta Mazapán y el narcoestado


La mañana en que Vicenta Mazapán se enteró que uno de los narcotraficantes más conocidos del mundo vivía en su país, fue como si la tierra se hubiese movido bajo sus pies. 

No era que realmente un movimiento telúrico hubiese afectado su equilibrio, era más bien saber que vivía una realidad mentirosa.

Esta verdad, que se fundaba en la existencia de instituciones carcomidas por la corrupción, en la presencia de autoridades compradas por el narcotráfico y en el encubrimiento general de las malas prácticas, le hacía temer que ella no era una ciudadana de a pie, sino una víctima de un sistema bien organizado para masacrar lo honesto.

De qué otro modo podría explicarse que los narcos paseaban a sus anchas y a diestra y siniestra por su país. Era obvio, alguien no estaba haciendo bien su trabajo, porque en tanto el pueblo debía subsistir comprando lo que podía en las múltiples ferias del contrabando y los emprendedores sufrían bajo la bota dictatorial del fisco, los verdaderos maleantes hacían lo que les daba la gana.

Vicenta Mazapán aún recordaba los días del siglo pasado en que alguien tuvo la ocurrencia de bautizar a su país como un narcoestado. Este recuerdo le dolía, porque ella era una persona decente, una trabajadora honesta y una madre dedicada. 

A la mujer le valía un bledo que aquel narco que hoy era noticia, resultó ser amigo de medio mundo, pudo acceder a los documentos que necesitó y llegó a disfrutar plenamente los placeres que le rodearon por meses y meses de impunidad; porque lo que no toleraba era la idea de que para que todo eso hubiese sucedido, era necesario el encubrimiento de una estructura podrida y maloliente.

ー ¿Qué nos pasa? ーse preguntó mirando en el horizonte el cielo invernal de su pueblo.

Vicenta Mazapán nunca había entendido realmente todo el dime y direte que movía al narcotráfico, quizás por eso fue que la noche en que su nieto dejó caer de su bolsillo una bolsita transparente con un polvo blanco dentro, creyó sin problemas que era el talco que el muchacho usaba en los pies para evitar los hongos.



Imagen tomada de: https://larepublica.pe


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