La pesadilla de Gloria Pasankalla


Carcomido, antes que corroído, lucía el cascote que en aquella ocasión le fungía de piel, coraza y abdomen; bajo su peso paquidérmico, mezcla de rinoceronte y mamut, un pasto que no era pasto caía aplastado resonando en un crujido seco y árido.

Gloria Pasankalla, que había despertado en aquella pesadilla convertida en algún tipo de insecto, atravesaba un estéril paraje devorado por una densa humareda. Aquel espectral panorama, en el que la joven sacudía las antenas de izquierda a derecha y de arriba a abajo, parecía devorar bajo un manto de contaminación a todo aquel que sobre él se movía. De poco o nada servía el incesante trajinar de aquella muchacha, pues a fe de Dios, el humo era tan espeso y el aire cosa tan tóxica, que más podía uno morir asfixiado que aplastado.

La muchacha, convertida en grotesco insecto, se topó al poco tiempo con una silueta escuálida que más semejaba un terrible accidente onírico antes que un personaje de carne y hueso, y no fue hasta que, esforzando la vista y procurando escarbar con la pupila lo que no podía con el ojo, logró desenterrar la imagen que ante ella se acercaba y que ella no alcanzaba a reconocer por la intensa humareda. 

La silueta reflejaba un antropófago cualquiera, más parecido a un espejismo que a una realidad, que a paso lento se acercaba arrastrando una respiración ronca que semejaba el mugido de algún animal.

Gloria Pasankalla se sorprendió al ver que de la espesa humareda salió su padre, respirando con dificultad y tapándose la boca con un pañuelo. La joven no pudo creer que aquella figura espectral era en verdad el hombre que le dio la vida, pero menos pudo entender cuando le preguntó sobre el daño al medio ambiente y él negó que sea su responsabilidad semejante calamidad.

ー ¡Es que sí somos responsables, papá! ーgritó Gloria Pasankalla.

ー Pero yo no he quemado jamás tanta cosa como para que el cielo esté así ーrespondió el hombre y soltó una risotada.

ー Sí lo hacemos ーreplicó la hijaー, todos los días con el coche, todas las horas con la basura que tiramos, cada instante con nuestra visión de "dueños del mundo". 

Cuando Gloria Pasankalla pensaba incluir en su reclamo, justo y certero, las torpezas del ser humano desde los inicios de la civilización, una sombra inmensa se apostó sobre ellos, se trataba de una forma tan grande, que entre las nubes de ponzoña nadie hubiese podido decir qué era. Fue ahí, en ese instante mezcla de miedo y confusión, que escuchó la voz de su madre:

ー ¡Gloria, despierta, ya dormiste demasiado! ーdecía la resonante vozー, levántate, suspendieron las clases por la contaminación, pero igual hay mucho que hacer en la casa. 


Imagen tomada de: https://www.ecoticias.com/

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