Clara Laurel y la burocracia

 


Tras obtener la ficha de rigor, Clara Laurel inició un periplo de espanto, no se trataba de un mal rato provocado por las malas decisiones, tampoco el resultado de un mal cálculo o el efecto de una trastada externa, era un trámite sencillo, común y silvestre que en su país se había convertido en un calvario de tedio. 

Clara Laurel sabía que el papeleo demoraba unas horas, pero nunca imaginó que las horas nalga necesarias para obtener su pasaporte iban a tomarle casi todo el día.

La suma de un aire espeso y caliente, similar a un caldo mal hecho o a un sauna para obesos, era parte de un trámite que implicaba dos filas distintas, la primera para obtener el registro, ingreso y pago de un papeleo que superaba los 500 bolivianos, y la segunda para la toma de una foto que siempre quedaba mal tomada. "Era obvio -pensaba Clara Laurel-  ¿Quién podría tener buen semblante después de 6 horas de fila?"

Cuando Clara Laurel salió de la oficina de Migración, no tenía aún su pasaporte, porque para recogerlo debía volver al día siguiente para hacer una tercera fila.  Fue en ese ínterin que leyó que el gobierno anunciaba con pompa y sonaja, que más pronto que tarde, el trámite de pasaporte iba a demorar 60 minutos. 

Clara Laurel se sonrió, sabía que en su país la burocracia era el pan de cada día. 

Ojalá afirmó, aún cuando en el fondo sabía que su comadre Flora, por esos mismos días, iba a pasar la noche en una fila prolongada para inscribir a su hijo menor al colegio, y lo haría embarazada y necesitada, porque no había otra. 

Al poco tiempo se enteraría que en la fila de su comadre, iba también a estar otra madre que haría la fila con su niña y que agradecería a Dios porque no llovió; ambas llenarían los formularios como pudiesen, comprándolos de una librería que, para esas fechas, abriría a las 3 de la mañana.

Con todo, la conclusión inequívoca e indudable, era que no sólo se necesitaban políticas para reducir las interminables filas por todo y por nada, también se precisaba mejor trato para ese pobre pueblo que nada sabía y todo lo aguantaba, e incluso mejores condiciones para esos servidores públicos que eran maltratados a diario con las vainas de la burocracia y las avivadas del poder. 



Imagen: Ilustración: Víctor Solís / Tomada de: https://redaccion.nexos.com.mx/

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