Marina Alegría y el Estado Plurinacional


Desproporcionado parecía el festejo aquel en el que apareció, sin querer, Marina Alegría; no era una diáfana visión ni una consternación involuntaria, se trataba más bien de un lánguido padecimiento, una mezcla de melancolía y zozobra que barajaba las desilusiones de un pueblo por los desfiladeros de la frustración.

La mujer, cuyo recuerdo más cercano incluía una áspera pelea doméstica y el sonido seco de un golpe, había llegado a esa localidad  justo en el momento en que se celebraba un aniversario más de algo que ellos llamaban el Estado Plurinacional.

Poco tuvo que esperar Marina Alegría para darse cuenta que aquello que los políticos de corbata y pantalón afirmaban en los balcones de la autoridad era mentira, porque aunque decenas de afines al gobierno se movían al ritmo del saltimbanqui que imponía el poder, en las calles se respiraba el mal aire de la resignación y se degustaba el inverosímil sabor de la indulgencia.

A su paso, mientras admiraba las construcciones mal terminadas y evitaba pisar las alimañas que se metían a su camino, oía los reclamos y discusiones de los vecinos, que en su afán por reñir por algo, alertaban del desabastecimiento, criticaban que debía hacerse fila para una y mil cosas, reclamaban contra el bloqueo y se preguntaban si lo que pasaba era un castigo de Dios o una consecuencia de la muerte.

Tamaña especulación no era una lógica descabellada, pues ya muchos de los estantes y habitantes de ese lugar, sabían que hace rato estaban muertos y suponían que ese sitio mal armado no era más que la extensión de la vida, o, de pronto, la vida era una falange de la muerte, que en el fondo parecía más lógico, pues uno pasaba más tiempo muerto que vivo.

Fue entonces que Marina Alegría se dio cuenta que en la muerte se repetían los errores de la vida, porque así como estaba el pueblo atormentado, también estaban los poderosos mal habidos;  aunque lo que más la decepcionó, fue ver cómo peleaban los unos contra los otros. 

ー¿Dónde queda el Estado plurinacional? ーcomentó en voz alta Marina Alegría.

Por un accidente del destino, su comentario fue escuchado por una sombra más que una presencia, una misericordia pura y simple que chocaba con la complejidad malévola de todos los antropófagos que discutían en una mezcla de júbilo y decepción, pero que parecía imperceptible para el vulgo común.

ー Pesan más las diferencias que las similitudes ーafirmó aquella fuerza sin decir palabra, y su voz, grave y fuerte, resonó en la cabeza de Marina Alegría. Recién ahí vio la mujer que aquella silueta no tenía ojos, y notó que su presencia era poderosa, pero no maligna, porque lejos de la visión de los vivos, la muerte no era algo perverso.

Marina Alegría concluyó entonces que la única y verdadera nación de todos los seres humanos era la muerte, y nadie podía discutir eso.



Imagen tomada de: https://fadocracia.files.wordpress.com/


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